¿Tecnología para el bien común o para la obsolescencia planificada?
Por Víctor Liste
A lo largo de la historia las grandes innovaciones tecnológicas habilitaron nuevas posibilidades de organización social, pero en la sociedad moderna ¿estos saltos van en la dirección de alcanzar la abundancia generalizada o profundizar la desigualdad?
Desde chico me atrajo la automatización, la posibilidad de diseñar una máquina que libere a las personas de realizar tareas monótonas. Así fue que me especialicé en robótica, imaginándome partícipe de un proceso que contribuyera al bien común, a lograr la abundancia, con jornadas laborales cortas, y menor gasto de energía y recursos.
Una experiencia que me marcó fue cuando automaticé el último proceso manual que quedaba en la producción de sifones descartables. Tras varios intentos había alcanzado el “éxito”. Pero los aumentos de productividad generados, ¿servían para generar abundancia para la humanidad?No, al contrario, decenas de empleados serían reemplazados por las nuevas máquinas instaladas. Además, los sifones descartables acabarían contaminando los cursos de agua. Estaba claro que lo que había automatizado era una fábrica de basura. La tecnología se estaba usando para vender comodidad a costa de un desastre ambiental, no reducir jornadas sino generar desplazados.
La intención de contribuir con mi trabajo al bien común estaba fracasando. ¿En qué había fallado?
Fue necesario levantar la cabeza y observar los procesos que se están dando en la sociedad moderna.
A lo largo de la historia, la jornada laboral se fue reduciendo a medida que aumentó la productividad. Pasó de 16 a 12 horas en el siglo XIX. Hace sesenta años ya era de ocho y, aunque la productividad del trabajador se multiplicó por cuatro desde entonces, la jornada laboral sólo se redujo marginalmente. ¿Para qué se utilizaron semejantes avances de productividad? Para traducirlos en un aumento de ventas que se logra, en parte, reduciendo continuamente la vida útil de los bienes.
Las reglas de juego favorecen hoy a los productos poco durables.Cada vez es más frecuente que los fabricantes reemplacen un electrodoméstico que falla en garantía por uno nuevo y tiren el defectuoso sin repararlo porque no deben afrontar el costo de la contaminación generada. Los puestos en el área de ventas crecen porque se necesita “acosar” a la gente para venderle cosas que realmente no necesitan.
Ante este escenario hay múltiples iniciativas de países como Estados Unidos, Suecia o Francia que buscan generar legislación para obligar a los fabricantes a aumentar los períodos de garantía y brindar información sobre la duración estimada de los productos o sobre cómo repararlos (right to repair act).
Pero estas medidas tienen impacto en el empleo. Si una heladera dura el doble de tiempo, se reducen las ventas a la mitad. Por consiguiente se necesita la mitad de las fábricas y la mitad de los empleados, y se reduce el PBI. En esta falsa dicotomía se encuentra el mundo: “cuidar el medioambiente o cuidar la economía” porque resulta que usar los recursos de manera ineficiente haciendo productos de corta vida útil es considerado bueno para la economía. Una gran confusión.
Cuando empecé a entender estos mecanismos ya no me sentía realizado trabajando en la industria manufacturera. Así fue que vendí mi parte de la empresa de automatización y ahora me dedico a la docencia y a la investigación. Además, soy miembro de Ingeniería sin Fronteras Argentina en donde trabajamos en pos del bien común. También dedico tiempo a generar conciencia sobre las contradicciones modernas.
Es paradójico que en la época de mayor producción per cápita de la humanidad, se esté viviendo una mayor desigualdad en lugar de mejoras generalizadas en el nivel de vida. Seguimos organizados en base a un conjunto de reglas que hoy están obsoletas. La necesidad de reducir la jornada laboral se vuelve obvia pero además es necesario discutir mecanismos redistributivos nuevos cuando el empleo por sí solo ya no logra redistribuir riqueza. Son cambios profundos, que requieren derribar dogmas fuertemente arraigados. Pero de lograrlo, la recompensa es grande.