Cuando nos pensamos niños/as, nos recordamos rodeados/as de juegos, libertad, amor de familia y calor de hogar. Eso sucede cuando tuvimos el privilegio de nacer y crecer en contextos de igualdad de oportunidades. Sin embargo, los escenarios de la niñez en los sectores vulnerados de la Argentina, nos muestran infancias extremadamente frágiles y derechos olvidados.
Según datos del Observatorio de la Deuda Social Argentina, casi un tercio de la infancia argentina pertenece al conurbano bonaerense. Allí, donde el 63% de los/as niños/as vive en situación de pobreza y el 15% en situación de indigencia, las organizaciones sociales y territoriales de base se vuelven redes de contención y vías de asistencia cada vez más presentes en contextos de injusticia social.
En Ingeniería Sin Fronteras Argentina (ISF-Ar) buscamos fortalecer la infancia en el conurbano mediante obras de infraestructura con foco en promover el cumplimiento de derechos básicos como la educación, la salud, la alimentación y la recreación. Lo hacemos a partir de alianzas estratégicas con el Estado y las organizaciones locales, y con mano de obra voluntaria.
En 2018 finalizamos la construcción de un jardín maternal en José León Suárez, en conjunto con más de 270 voluntarios/as, cooperativistas y estudiantes de ingeniería de Australia. Este Centro de Cuidado Infantil, para niños/as de la zona, es gestionado por la Municipalidad de San Martín.
En un contexto en donde el 40% de los/as niños/as del Gran Buenos Aires depende de comedores escolares para alimentarse diariamente, este año se culminaron las obras del comedor “Todos por una sonrisa” en el barrio Altos de San Lorenzo, en La Plata. Allí, un grupo de vecinas, brinda alimento y contención a más de 300 niños/as y a la comunidad del barrio. A partir de las obras estas actividades ya no se harán más a la intemperie.
Según las estadísticas, 4 de cada 10 niños/as en Argentina no recibe estimulación a través de la palabra (lectura de cuentos, narración oral de historias). A partir de la ampliación del Centro de Día Nuestra Señora de la Esperanza, en La Florida, Quilmes, más de 80 niños/as cuentan con un espacio adecuado en el que reciben contención, apoyo escolar, desarrollan actividades culturales y recreativas y, sobre todo, intercambian experiencias e historias. Esta obra fue posible gracias al esfuerzo de más de 150 voluntarios/as de 16 países que trabajaron en la construcción del salón. En el mismo barrio, se trabajó también en la construcción de un salón de usos múltiples de 100 m², junto con el Municipio local. Se logró aumentar la capacidad del Jardín de Infantes Nº4 de 80 niños y niñas a 180 y se duplicó el plantel docente.
El derecho al juego, el descanso y la recreación, son rasgos distintivos de la primera infancia y aspectos fundamentales en procesos de desarrollo. Estos derechos, que son reconocidos por la Declaración de los Derechos del Niño de la Organización de Naciones Unidas, parecen relegarse ante necesidades básicas de subsistencia. De este modo, el 85% de los/as niños/as en el conurbano bonaerense no realiza actividades artísticas, el 91% no realiza actividades culturales extra escolares y el 68% no realiza actividades físicas.
En ISF entendemos que el juego es también un derecho universal de todos/as los/as niños/as. Es por eso que estamos trabajando en la construcción de una pileta comunitaria en Bernal Oeste, partido de Quilmes, para que asistan 1500 chicos y chicas de organizaciones sociales de la zona. El proyecto se realiza junto a 13 organizaciones sociales y representa un gran desafío para fortalecer los lazos entre la comunidad, las escuelas y las familias.
Cada proyecto de infraestructura incluye arduas jornadas de trabajo voluntario, toneladas de materiales de obra, desafíos técnicos, trabajo colaborativo, instancias de toma de decisión, búsqueda de financiamiento e integración con organizaciones sociales y con el Estado en sus diferentes niveles.
Su resultado es, sin embargo, esperanzador. Allí donde hay zonas de exclusión, estigmatización y desprotección de la niñez; cada nuevo salón, cada escuela y cada comedor son, más que obras de infraestructura, espacios de disponibilidad afectiva, donde se tejen relaciones de confianza, de cercanía y de cuidado que buscan forjar otras infancias posibles.
