Diseño participativo: proyectando sustentabilidad

Diseño participativo: proyectando sustentabilidad

Por Ivana Primitz
cordoba@isf-argentina.org
Todo proyecto nace de un sueño que constituye el motor del proceso creativo. Cuando empecé a ejercer la profesión de arquitecta, me resultaba sencillo reunirme con un cliente, conversar sobre cómo quería su casa soñada y tratar de darle la respuesta más adecuada. Hoy mi trabajo cambió sustancialmente. Ya no diseño una vivienda para un cliente específico en un barrio privado. Ahora, la casa se convirtió en un espacio comunitario en un barrio periférico. El destinatario ya no es una persona sino una comunidad vulnerada integrada por personas diversas, con expectativas e intereses muchas veces contrapuestos. Este nuevo escenario implicó un proceso de aprendizaje para mí; plantearme métodos alternativos para abordar la complejidad, crear consensos y fomentar una participación activa.
Lograr que un proyecto de estas características sea sustentable requiere de una comunidad involucrada en su diseño y ejecución. En Ingeniería Sin Fronteras Argentina estuvimos trabajando en la periferia de la ciudad de Córdoba, en el barrio Zepa B, impulsando una mesa de gestión barrial con distintos actores sociales, ampliando un centro comunitario y rediseñando la plaza con la participación de la comunidad en todo el proceso.
¿Cómo se diseña un proyecto colectivo? Se inicia con una sucesión de diálogos entre la comunidad y el equipo técnico para construir confianza, partiendode la idea de que el proyecto es de todos y no de una organización o institución en particular. Las conversaciones se basan en una escucha activa, bajo la concepción de que cada uno de los actores puede enriquecer el proyecto. La clave es decodificar las demandas manifiestas y ocultas de la comunidad. Luego, se buscan puntos de encuentro entre la funcionalidad, la tecnología, la estética y el presupuesto, por un lado; y las costumbres, las expectativas y el sentido de cómo la comunidad experimenta el espacio vivido , por el otro.
En cuanto a los métodos, no existen recetas únicas porque cada territorio tiene sus particulariades. Como herramientas se utilizan distintas técnicas desarrolladas en talleres de diseño participativo. En el caso del barrio Zepa B, a partir de la información relevada en conversaciones con miembros de la comunidad, el equipo técnico elaboró los proyectos de arquitectura que posteriormente fueron validados por los vecinos, consensuando entre todos un proyecto definitivo. Durante casi dos años, las obras avanzaron gracias al esfuerzo compartido de vecinos, estudiantes de ingeniería de Australia y voluntarios de nuestra organización.
¿Cómo sabemos que lo que estamos haciendo es la mejor respuesta posible a las demandas de la comunidad? Es una cuestión de validación continua que pasa por muchos tamices: el técnico-disciplinario, el ético, el diálogo constante, el compromiso y el entusiasmo sostenido de la comunidad, solo por mencionar algunos de ellos.
La eficacia de un proyecto se observa en la apropación que hace la comunidad del espacio construido, cuando la participación no es una táctica sino la esencia misma para la producción sustentable del hábitat. Encontrar la respuesta óptima es el mayor desafío, verificable solo en el tiempo cuando los vecinos nos hablen sobre el uso, disfrute y cuidado de esos espacios imaginados y construidos por todos.