Acceso al agua en comunidades aisladas

Acceso al agua en comunidades aisladas

En Argentina más de 7 millones de personas, un 16,6% de la población, no acceden a una red pública de agua potable. En la dificultad de acceder al agua segura se expresan y se profundizan otras desigualdades. Un escenario cotidiano en las zonas rurales aisladas incluye a mujeres, jóvenes y niñxs buscando agua de un pozo o de una canilla comunitaria para llevar a sus hogares. Esta actividad les demanda entre 4 y 6 horas diarias. 
Santiago del Estero es una provincia en donde el 26,4% de la población no tiene acceso al agua de red, y casi el 19% debe trasladarse para conseguirla. En la espesura del monte santiagueño, una región ya castigada por las sequías y las olas de calor prolongadas, cada gota de agua segura cuenta. 
Paraje rural El Negrito, Santiago del Estero. 
«Antes traía agua de la represa en la zorra y la echaba en la pileta. Durante la seca sacábamos del pozo, pero era medio salada. La tomábamos igual porque solo teníamos esa”, expresó Nora, del paraje rural San Antonio en Santiago del Estero. En gran parte de esta provincia el suelo está cubierto por un manto de sal y también contiene arsénico, dificultando el acceso al agua de pozo como una fuente apta para tomar.
El almacenamiento de la mayor cantidad de agua durante la época de lluvias es una de las formas más sostenibles de acceso al agua en zonas rurales aisladas. Desde ISF-Ar acompañamos a distintas comunidades aisladas de Santiago del Estero con la implementación de sistemas que incluyen la construcción de techos para captar el agua de lluvia y de aljibes para su almacenamiento.
Sistemas finalizados en el paraje San Antonio
Actualmente estamos trabajando en el paraje rural San Antonio de Copo, a 165 km de Santiago del Estero capital, donde su comunidad lleva fabricados 10.000 ladrillos para construir los aljibes. Esta iniciativa, autogestionada por 20 familias locales, es la cara visible de uno de los objetivos del programa de agua: impulsar la autonomía de las comunidades a través de la participación comunitaria, y el (auto)reconocimiento como sujetos de derecho.
Este programa se extendió también a las localidades de Santa Rosa, con 56 familias, El Negrito, con 11 familias y San Antonio, con 17 familias. Allí, el acceso a este derecho humano básico se ha convertido en un piso que permite avanzar en el ejercicio de otros derechos fundamentales como el trabajo – alentando las economías domésticas-, la nutrición, la salud y la autonomía de las familias, en especial de las mujeres.
Cada comunidad participa en el relevamiento, diseño y ejecución del proyecto 
“Ahora podemos estar más tranquilos y no tener que estar pensando en ir a traer agua de la represa o de los pozos, donde a veces toman los animales. Esa era una preocupación constante para muchas familias”, cuentan Néstor y Fernanda del paraje San Antonio.
En estas comunidades rurales aisladas de Santiago del Estero contar con agua segura ya no es un privilegio que se les niega. Es un bien común esencial para su desarrollo y para garantizar el acceso a una vida con mayor seguridad y autonomía.