Contextos de encierro: una infraestructura con perspectiva de género
La realidad que viven las mujeres privadas de su libertad ambulatoria es muy compleja y las desigualdades a las que se enfrentan en la sociedad también se reproducen en los contextos de encierro. En la búsqueda por mejorar sus condiciones de vida, el desarrollo de una infraestructura con enfoque de género puede marcar una diferencia para avanzar en el acceso a sus derechos.
Según datos del Ministerio de Justicia de la provincia de Buenos Aires, de junio de 2021, en las cárceles bonaerenses se encuentran 1611 mujeres privadas de su libertad ambulatoria. En contextos de encierro, la cotidianidad de las mujeres está atravesada por múltiples problemáticas vinculadas a las desigualdades de género; las mismas que existen afuera se reproducen al interior de las instituciones.
Esas desigualdades se manifiestan cada vez que sus derechos son vulnerados: el derecho a la educación, el derecho a la salud, los derechos sexuales y reproductivos, el derecho al trabajo, el derecho a un ambiente sano, entre otros. A su vez, la exclusión de género se entrelaza con otras exclusiones como la de clase, etnia, estado migratorio, orientación sexual y discapacidades diversas, situación que complejiza aún más la subsistencia en estos lugares.
Sin dudas, el encierro genera un impacto muy fuerte en la vida de las mujeres, sobre todo por su rol social de sostén familiar. En la mayoría de los casos implica el desmembramiento de su grupo y la ruptura de los vínculos afectivos. En las detenidas que son madres, por ejemplo, muchas veces el ingreso a prisión significa una separación total respecto de sus hijos e hijas. El deterioro de los lazos también se profundiza porque las visitas suelen ser esporádicas debido a la distancia entre el lugar de residencia y el penal, el costo del viaje, las dificultades familiares, entre otros motivos.
Por informes públicos e investigaciones académicas basadas en los testimonios de las propias mujeres, sabemos que la infraestructura de los centros de detención carece de condiciones que garanticen la integridad humana. En general, las cárceles de mujeres presentan un gran deterioro y abandono de las condiciones edilicias, falta de circulación de aire, de luz natural y artificial, de espacios adecuados para la recreación, las visitas íntimas, los encuentros con sus familias y espacios específicos para el juego y actividades con niñas y niños. Una característica común es que la arquitectura no contempla la perspectiva de género, es decir, una infraestructura pensada desde las particularidades específicas de las mujeres.
¿Qué podemos hacer para mejorar esos espacios y volverlos más habitables para ellas y también para quienes las visitan? ¿Qué transformación se puede lograr desde la infraestructura?
Una experiencia semilla
Hace dos años comenzamos a pensar en un proyecto que permitiese mejorar las condiciones en que las mujeres privadas de su libertad ambulatoria reciben a sus seres queridos y acceden a momentos de esparcimiento y recreación. Así, junto con el Centro Universitario San Martín (CUSAM), el Servicio Penitenciario Bonaerense y la asociación civil Los Amigos de barrio Sarmiento, decidimos trabajar en una obra en la Unidad Penitenciaria Nº 46 de San Martín, en la que viven 100 mujeres.
El proyecto consiste en la ampliación y adecuación del espacio de visitas y recreación de esta Unidad para que las mujeres tengan posibilidades de esparcimiento y acceso a espacios de formación, descanso y encuentro con sus familias en un ambiente agradable, adecuado y cuidado. A su vez, se propone favorecer los derechos de niños, niñas y adolescentes que concurren de visita al penal de manera periódica.
En cuanto a la metodología de trabajo, desde ISF-Ar promovemos los procesos de toma de decisiones y protagonismo de las destinatarias mediante distintas instancias. Por eso, el proyecto involucra la participación de 15 mujeres detenidas que estudian en el CUSAM tanto en el diseño como en la ejecución de la obra, a través de capacitaciones relacionadas con la construcción y adecuación de espacios.
Para concluir, consideramos que es fundamental y necesario un enfoque de género interseccional en las políticas penales y penitenciarias, incluyendo el desarrollo de una infraestructura que ponga el foco en los derechos de las mujeres. Una infraestructura en donde la vida de cada mujer importe; una infraestructura que busque suprimir las desigualdades y genere oportunidades; que posibilite los encuentros pero también la intimidad. Una infraestructura que vuelva más habitable el espacio, que dé señales de otro presente posible y esperanzas para lo que vendrá.