Mujeres en ingeniería: creando ecosistemas igualitarios

Mujeres en ingeniería: creando ecosistemas igualitarios

Por Natalia Zlachevsky – Mora Laiño
Si vemos una mano agarrando una amoladora o una sierra sensitiva sin poder distinguir de quién es esa mano, la mayoría diría que le pertenece a un varón. El uso de herramientas eléctricas parece ser territorio exclusivamente masculino, como así también las tareas de fuerza o la programación. Sin embargo, no existe ninguna determinación biológica que indique que los varones son naturalmente más habilidosos y capaces que las mujeres para desarrollar este tipo de tareas. Nos encontramos aquí frente al mundo de la determinación sociocultural.
 En las últimas décadas se han desarrollado diversos instrumentos internacionales y marcos teóricos y normativos para abordar la desigualdad de género. La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, establecida por las Naciones Unidas en 2015, reafirmó el consenso sobre la importancia que reviste la temática en las agendas políticas mundiales. Pero, ¿qué sucede en la práctica en el mundo de la ingeniería? ¿Cómo operan los estereotipos de género en este campo?
La preferencia por ciertas carreras universitarias no escapa a la persistencia de condicionamientos impuestos por la sociedad, basados en roles asignados a niños y niñas durante procesos de socialización de género. Según datos aportados por la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación de la Nación, en carreras vinculadas con las ingenierías, las mujeres representan el 30% de la matrícula universitaria. De ese total, en algunas ingenierías como la electrónica o la mecánica, solo alcanzan el 6%. 
La proporción es diametralmente opuesta en carreras de las ciencias sociales, enfermería, magisterio o psicología. Esta sobrerrepresentación puede leerse como una extensión de roles socialmente asignados a las mujeres y una supuesta capacidad innata para las mal llamadas habilidades “blandas”.
Sin embargo, es notorio que cuando se indaga en el campo de la ingeniería orientada a la transformación social, los números indican otra realidad. En Ingeniería Sin Fronteras Argentina (ISF-Ar) un 50% de los/as voluntarios/as que participan en obras de infraestructura para comunidades en situación de vulnerabilidad social, son mujeres. El hecho de que en proyectos de base tecnológica que parten de un enfoque social, la participación de mujeres sea notablemente mayor que en otros contextos, tiene también una estrecha relación con un rol de la mujer tradicionalmente asociado al cuidado y la solidaridad.
 Los proyectos de ISF-Ar se caracterizan por promover la igualdad entre varones y mujeres en el reparto de tareas, la toma de decisión, y en el uso de la fuerza y las herramientas. La mayoría de las mujeres que participan como voluntarias son estudiantes de ingeniería o ingenieras que ejercen su trabajo rentado en el sector privado y que han transitado enormes desigualdades en sus trayectorias académicas y laborales.
Así lo demuestra una encuesta anónima realizada internamente por ISF-Ar en 2017. Al comparar las respuestas de voluntarias estables y recientes, se comprueba que la participación prolongada en proyectos de la organización en donde se fomentan dinámicas más igualitarias, se traduce en una mayor toma de conciencia de la desigualdad y la discriminación que enfrentan estas mujeres a lo largo de sus trayectorias en distintos ámbitos. “Tuve que escuchar en clase a más de un profesor diciendo que las mujeres no servían para la ingeniería”. “En el trabajo muchos te están tomando exámen constantemente para ver en dónde pisas el palito”, son algunas de las situaciones que ellas identifican como discriminatorias, vividas en la universidad o en el trabajo. Este mayor nivel de conciencia nos indica que promover ecosistemas igualitarios permite desnaturalizar la desigualdad que persiste en los entornos familiares, culturales, sociales y educativos más próximos. 
El desafío de pensar dinámicas de trabajo que favorezcan la igualdad de género debe estar acompañado por una mirada más alerta y menos ingenua en relación a aquellas prácticas y procesos que reproducen condiciones de desigualdad. Es fundamental contar con espacios que logren visibilizar la problemática y facilitar el debate sobre la equidad de género, si pretendemos lograr cambios profundos y sostenibles.
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Se pueden descargar distintas presentaciones sobre la temática, incluida la realizada por Natalia Zlachevsky sobre el caso de ISF-Ar, en el sitio del evento organizado por Cepal y Flacso “Reunión de especialistas: Educación Técnico-Profesional y Ciencia y Tecnología: claves para la autonomía económica de las mujeres” aquí.